martes, 30 de abril de 2013

El sillero.

Hubo una época, no muy lejana en el tiempo, en la que fabricando sillas artesanales de enea, podía vivir una familia en cualquier pueblo de nuestra geografía.
Madera de pino, hojas de enea curadas y alguna rudimentaria herramienta eran más que suficientes para fabricar la silla.


La enea o espadaña es una hierba que sale del agua donde enraíza; habitualmente en las márgenes de los cursos de agua, en las pozas y en las charcas.
Las hojas las segaba el sillero estando aún verde, cuando llegaba el tiempo apropiado.


Se preparaban haces y se dejaban secar. Está operación duraba bastante, pues había que dar vueltas a los haces y abrirlos de vez en cuando para que secara bien.




Una vez seca, las manos del sillero eran las que se encargaban de realizar los asientos de las sillas de palo o de tablas.
Iba entrelazando con maestría las hojas de enea que iba humedeciendo con unas gotas de agua para poder realizar mejor su trabajo y darle consistencia al asiento.














En los ajuares de los que se casaban eran imprescindibles las cuatro sillas y la mesa camilla.
En los bares, para los veladores de aquellos años, las sillas eran de enea y a las costureras se les hacía unas más bajitas para poder realizar la labor sobre las rodillas.

La presencia de estas humildes sillas de enea va quedando solo de manera testimonial en algunas casas rurales o en algún tablao flamenco.

Yo conservo una de costurera, heredada de una tía de Vicente, que restauré y quedó preciosa.
La guardo como una joya.



2 comentarios:

  1. Cada día me gusta más leer las cosas que pones en tu blog, muy interesantes y amenas...cuanto tengo que aprender de ti!!! besos

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  2. Que chula te ha quedado la silla!
    Yo me acuerdo muy bien de los silleros. Nosotas tenemos varias aún en Higuera. Algunas son de mi abuela y están fantásticas.
    Me encanta que sigas tan prolífica, escribiendo cada día sobre temas diferentes, pero siempre interesantes y amenos.

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