martes, 21 de julio de 2009

Rejería: las artes del metal.

¡Qué no!, no vengo yo a hablar de la historia de la rejería, para eso están los historiadores, ni tampoco del arte de la forja y de como ha ido decayendo con la maquinaria y los moldes que hoy existen. La reja, además de útil al ser un elemento de seguridad, sobre todo en plantas bajas y en casas de campo, colabora en la decoración y belleza de las fachadas de las casas y ahí es donde yo voy.


Hoy quiero enseñaros alguna de las rejas que embellecen Fregenal de la Sierra. Mientras así lo hago os transcribo un poema de Pepita Tomás, poetisa andaluza, de la provincia de Sevilla, que, aunque a algunos les parecerá algo manido, a mí me transporta al romanticismo que la reja tenía en la antiguedad y me emociona ciertamente...

Cuando tiraron la casa

no me emocioné siquiera.

El progreso es el progreso

y había que hacerla nueva.

Yo recordaba aquel patio,

cuajadito de macetas,

con sus arcos y columnas

y su paredón de hiedra;


Sus balcones señoriales

y aquella vieja escalera carcomida

que llevaba a la azotea.

Todo estaba en los escombros;

pero, al ver aquella reja,

la que daba a la otra calle

justo al lado de la puerta,

algo se quebró en mi pecho;

y mirándola con pena

quise habérmela llevado

sin que nadie lo supiera.

Y la recordé, ¿Tú no?

Vi mis veinte primaveras...

A tí, llegar sonriendo

y en los ojos dos estrellas.

Tus manos, morenas, fuertes,

aferradas a la reja

fué algo que nos unió
con más fuerza
Si alguna noche hacía frío,
me apretabas con tibieza.
Ella estaba entre nosotros
y ni nos dábamos cuenta.
Se fundía en el calor
de nuestras almas sedientas


Si estábamos enfadados,

ella era la barrera

que ponía punto y final

a todas nuestras querellas.

Alguna lágrima mía

en sus barrotes muriera,

y más de un suspiro tuyo

en sus hierros se hizo queja.


Por eso, cuando la ví

igual que una cosa muerta,

entre cascotes y escombros,

sentí dolor y verguenza.

¡No era como las otras!

¡Esa era nuestra reja!

Forjada con nuestros besos,

con caricias y promesas...

Testigo de un amor puro,

silenciosa, firme, ferrea.

¡No era como las otras!

¡¡Esa era nuestra reja!!

miércoles, 15 de julio de 2009

Zaguanes

Para conocer un pueblo hay que asomarse a sus zaguanes. Son miradores de la vida interior de las casas, la atalaya humilde de la realidad. Los zaguanes tienen algo de teatral cuya contemplación invita a la ensoñación

Podríamos definir el zaguán español como un espacio cubierto situado dentro de la casa e inmediato a la puerta de la calle. Es un elemento de paso, sin caracter habitacional. El término proviene de la palabra árabe-hispánica "istawán" y comenzó a usarse en el sentido actual, a partir del siglo XVI.
Un zaguán es un puente entre el dentro y el fuera. Un espacio intermedio entre lo público y lo privado. Los extraños que lleguen a la casa, no entran directamente a los lugares más íntimos de ésta, sino que se reciben primero en el zaguán. Estar en él es estar entre la casa y la calle.
En algunos paises de Sudamérica el zaguán no tiene el mismo significado que en España. En México llaman así a los portalones de acceso a las cocheras. En otros paises usan el término como sinónimo de esas cocheras para automóviles.
En la provincia argentina de Entre Ríos los zaguanes fueron objeto de órdenes policiales: Se prohibía a las parejas "hacer zaguán" o "pelar la pava" después de las diez de la noche. La expresión "pelar la pava" nació fruto del humor andaluz. Una señora ordenó a su criada que matara y pelara una pava para la cena. La criada obedeció y estando en la tarea, llegó su novio. Por supuesto, se demoró, y cuando la señora la llamó, le respondió: "Señora, que estoy pelando la pava".
El zaguán ya no es considerado por los arquitectos modernos y por eso la palabra se ve en muchos lugares como del pasado. Sin embargo, ella se conserva en el habla popular, especialmente de aquellos que guardan con celo las construcciones clásicas.
En esta entrada no os enseño los magníficos zaguanes de las grandes casonas frexnenses, que los hay, sino los de casas más pequeñas del pueblo en las que la mayoría de sus dueños son, o eran, agricultores.
Por último, para ambientar el poema de Javier Fernández Mena que os transcribo, os muestro dos fotografías del doble zaguán del palacio del Conde de la Corte en Zafra con su magnífica cancela y su precioso y luminoso patio interior.


Refugio de luces y sombras

Que albergas tanta frescura

en los espacios que oscuras

tendiendo tu fina alfombra.

Cómplice de besos robados,

guardián de tibios secretos

en los ambientes concretos

por tu bóbeda arropados.

Te vistes de finos granitos

o cerámicas vistosas

que, en figuras primorosas,

decoran y alegran tu sitio.

Cuando recias puertas abres

bajo tu dintel de piedra

la luz decrece como hiedra

y sobre el zaguán se esparce.

La luz del sol ya se ha ido

la del gran farol llegado...

...zaguán sencillo, zaguán amigo,

perdido en los tiempos vividos

y, en la historia adormecido

como un fiel y callado testigo.

miércoles, 8 de julio de 2009

Los barriles

Todos conocemos de sobra las bondades del agua enfriada en un barril. En la España cálida, de Extremadura al Levante pasando por Andalucía y Castilla la Mancha, desde antigüo se ha usado esta magnífica y natural manera de enfriar el agua. Sin embargo no es un invento español. En la antigua Mesopotamia, hace la friolera de 3.500 años, ya existían. Son los primeros que se conocen.

El principio del funcionamiento del barril es la denominada Refrigeración Evaporativa. El agua se filtra por los poros de la arcilla y, en contacto con el ambiente seco del exterior, se evapora, produciendo un enfriamiento en el interior. Por cada gramo de agua que se pierde se consigue retirar 500 calorías del agua del barril.
El barril es un envase de barro cocido, poroso, con un vientre ancho para darle capacidad y un orificio de entrada, llamado boca, por el que se llena y otro de salida llamado pitorro o pitón (según regiones) por el que se bebe. Es costumbre dejar unas horas el barril lleno de agua con un chorrito de anís antes de usarlo por primera vez.
En la baja Andalucía los denominan búcaros, palabra que proviene del Mozárabe, siendo famosos los de Lebrija. En Aznalcollar los llaman pimporros y pipos en la Vega de Granada. Otras maneras de llamarlos son: Botijas, alcarrazas, pirulos o piporros.
En Extremadura oirás llamarlo barril, botijo o espiche. Aquí somos asina. Llamamos a un botijo, espiche; Lambucero al que come un poco de cada cosa; pingajo a un trapo viejo y cañafote al saltamontes. También jugamos al repión, que no es si no una peonza, o a los boliches, que para el resto de españoles son las canicas...¡Ah, lo olvidaba!...En mi tierra hay morgaños, que no arañas...
Las fotografías que os estoy mostrando son de mi colección de barriles. Hay uno de ellos que es el que usamos en casa para enfriar el agua, ya que nos gusta ese punto de fresquita que tiene y no el frío de las modernas y ruidosas máquinas que todos tenemos en nuestras casas; el resto está en mi cocinón rústico, de adorno.


Con esta entrada quiero poner a nuestro singular barril en su lugar, alabando su simplicidad y reconociendo su valor como ahorrador de energía y como forma de desarrollo sostenible que tan de moda está...¡¡Barriles contra el cambio climático!!...

viernes, 3 de julio de 2009

Aldabas


Una aldaba es una pieza de metal que se pone en las puertas para llamar dando golpes. Ni el ding-dong del timbre, ni el telefonillo pueden con el toc-toc de las aldabas.

Los románticos llamadores de las puertas persisten, pese a la dura competencia del portero automático y del "te doy un toque al móvil y sales". Son ya pocas las puertas que en Fregenal de la Sierra tienen aldabas, entre otras cosas porque apenas quedan puertas antiguas, pero aún pueden verse algunas reliquias.





Antes que sean sustituídos por modernos porteros automáticos con o sin cámara; antes de que esto suceda, es mi deseo perpetuar los aldabones, aldabas o llamadores que de las tres maneras se pueden nombrar.


Los estudiosos atribuyen el origen de estos llamadores de puertas a los árabes y en algunos pueblos islámicos, en las puertas hay dos aldabas. Una para que la utilicen los hombres, a la derecha, y otra para uso de las mujeres. Suenan de manera distinta y así saldrá a abrir un hombre o una mujer según sea quien llame.




En Valencia, en el ático del Museo de la Ciutat hay una colección de aldabas y aldabones. También, que yo conozca, existen colecciones en el Museo Arqueológico de Madrid y en el Museo de Teruel.



En las fotografías que os estoy enseñando podeis ver algunas de las aldabas que embellecen las puertas de Fregenal. Las hay muy, pero que muy antiguas. Son las más sencillas y están adornadas con grabados a buril. Otras de épocas más recientes pero no por ello menos bellas.Me llamó poderosamente la atención un aldabón perfectamente limpio y en la foto han quedado reflejadas hasta las casas de la acera de enfrente. (no se aprecia bien en la fotografía que he subido al blog).


Por último os muestro el llamador de la puerta del Palacio del Conde de la Corte de Zafra, tiene hasta un anillo perfectamente esculpido en el dedo anular de la mano.

¡¡Nunca superarán los porteros automáticos a estas maravillosas aldabas!!