domingo, 17 de abril de 2011

Clivias



Llegaban las vacaciones de Semana Santa. Mientras fuímos pequeños nos sujetaron en Málaga con la excusa de la cortedad del descanso escolar y la belleza de sus procesiones, pero adolescentes ya, no había quien nos impidiera regresar a casa por aquellos días.


A la alegría de estar con la familia, se le sumaba ver, nada más entrar por el portón, dos o tres preciosidades de color naranja que te dejaban descolocada y con un subidón en el ánimo.


Y mi madre, con su bonita sonrisa y llena de orgullo:

-¿Has visto las clivias qué bonitas están?


Eran unos de sus mayores tesoros y hoy son los míos.


Adornan mi casa y mi porche y cada año me traen a mi madre a mi lado.


La veo a ella, regándolas y cuidándolas todo el año.


Espero que algún día mis hijitas también las rieguen por mí.

6 comentarios:

  1. Preciosas, Nina. Mi madre también las tiene. La verdad es que ahora todas las plantas están bonitas... la primavera!

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  2. ¡Qué bonitas! Y qué color.
    Un besino.

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  3. Están preciosas!!!! Me recuerdan tanto a abuela....

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  4. Está claro que las cuidaremos (por lo menos yo).
    Me encantan!!!

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  5. Verdades, hermana, tengo alguna foto de sus clivias, cuando las ponía en el rellano de la escalera para hurtarlas del sol de primavera del zaguán, y no se ponía orgullosa ni nada. Un beso corazón

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  6. Que bonitas Nina! Yo las recuerdo en tu casa. Y recuerdo la ancha sonrisa de Pepa. Nosotros no tuvimos clivias nunca, no se...
    Pero mi madre me legó las calas del patio y el naranjo y cada año sube a estar conmigo cuando florecen las calas y el perfume del azahar inunda el patio... Por el tiempo de las clivias también.

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