
Estamos en Otoño. En mi tierra las encinas nos ofrecen sus hermosos frutos.

Los cerdos en montanera basan su dieta en la bellota, fruto de encinas, alcornoques y quejigos. Estos frutos son ricos en glúcidos y grasas, especialmente en ácido oleíco, de ahí el caracter saludable de la apreciada carne de los "pata negra".

Durante la montanera, el cerdo ibérico puede aumentar su peso más de un kilo diario gracias al consumo de cerca de diez kilos diarios de bellotas.

No obstante, para realizar esta ingestión de alimento, es necesario un continuo ejercicio en busca de las bellotas, lo que permite elevar la calidad de la carne de este animal.

Animales libres en la dehesa. Lo cual les permite caminar mucho y distribuir la grasa de forma uniforme en sus cuerpos. Un cerdo puede llegar a caminar entre siete y nueve km. al día buscando las mejores bellotas que haya en el encinar.


En torno al jamón ibérico han surgido ferias y concursos por todo el suroeste peninsular. Desde Jerez de los Caballeros a Villanueva de Córdoba, pasando por la Sierra de Huelva, son numerosas estas ferias y también los concursos de cortadores de jamón. Porque esa es otra: ¡Hay que saber cortarlo!...

En Extremadura disponemos de un millón y medio de hectáreas de uno de los ecosistemas mejor conservados de Europa: La dehesa. Una vasta extensión de encinas y alcornoques de la que se aprovechan sus recursos naturales de forma racional y equilibrada, lo que permite la conservación de este entorno ecológico único.

Los españoles no tenemos que marcharnos muy lejos para disfrutar de un lugar en el que existe el desarrollo sostenible. El hombre, las bellotas y el cerdo ibérico han vivido en perfecta simbiosis estética y ecológica durante un montón de siglos y han conformado uno de los paisajes más bellos de la tierra: LA DEHESA.
Las imágenes de esta entrada las he bajado de internet. Si alguno de sus propietarios así lo desea las elimino de inmediato.
















Situada a 850 m. de altura, sobre las escabrosidades de la Sierra de San Mamede, se levanta esta ciudad fortificada cuyos orígenes se desvanecen en el tiempo. Según las últimas investigaciones parece ser que su nombre actual procede de la denominación musulmana, al atribuirse su fundación al muladí Ibn Marwan, fundador a su vez de la ciudad de Badajoz.
Las diferentes épocas históricas fueron engalanando la fisonomía de este pueblo fortificado que es un museo vivo,donde el tiempo, los estilos y las costumbres han quedado fosilizados. La arquitectura popular alentejana tiene así mismo grabada su huella en la ciudad, adornando bellos rincones con ventanas floridas y típicas chimeneas.
Recorrer sus estrechas calles es una delicia para la vista. Armonía es la palabra para describirla. Sus casas y sus nobles edificios, así como las construcciones religiosas o civiles, forman un conjunto uniforme y muy agradable a los ojos del visitante.
La ciudad está protegida por una muralla que la rodea en su totalidad y en donde, de vez en cuando, se abren baluartes o garitas. Puedes recorrer esta muralla completamente y, rodeando el pueblo, contemplar desde la altura un maravilloso panorama que abarca al Este, España, al Sur y al Oeste, la Sierra de San Mamede, y al Norte, Castelo Branco y las estribaciones de la Sierra de la Estrella. Las garitas abobedadas parecen sostenidas sobre los terribles precipicios como por milagro, colgadas en las alturas.
Marvâo y Badajoz celebran su pasado común. A través de las festividades de Al Mossassa van al encuentro de Ibn Marwan, el fundador de las dos ciudades que, con rebeldía y sed de independencia, luchó para construir una nación en este territorio doce siglos atrás. Desde entonces hasta ahora, cada una siguió su camino: Badajoz se convirtió en la gran ciudad extremeña y Marvâo en una de las villas más hermosas del Alentejo y de Portugal.

